Wilmed - El último bosque mediterráneo
Wilmed – El Último Bosque Mediterráneo
Escrito el Vie, 4 marzo 2016 por viajes en

Un documental de excepcional calidad de imagen y contenido nos devela la importancia de un bosque único en el mundo: nuestro bosque mediterráneo.

SINOPSIS

Sierra Morena, uno de los espacios naturales con mayor singularidad del planeta. Tierra de leyendas, esta cordillera está ligada a la literatura y al imaginario romántico de España. Un escenario natural que esconde historias de supervivencia, de vida y muerte. Que guarda la mejor tradición de los pueblos de montaña y conserva un territorio privilegiado para la fauna salvaje. Abrupto y diverso, de extraordinaria belleza, es el punto donde la ancha meseta castellana se rompe y abre paso a una naturaleza desbordante en el sur de la península Ibérica, hilvanando siete parques naturales. El mayor bosque mediterráneo del mundo, con una superficie de un millón de hectáreas. El único lugar donde todavía vuelan las heráldicas águilas imperiales, campea el mítico lobo y caza el legendario lince ibérico. Sin embargo, este paraíso se encuentra amenazado. Encinas y alcornoques están muriendo víctimas de un proceso denominado “seca”. Los científicos estiman que de seguir la tendencia actual el bosque podría desaparecer. (Filmaffinity)

Os invito a que visualicéis el trailer y a que compréis ésta película que sólo ha podido ser visionada en pases excepcionales y en muy pocas salas de cine. Lamentablemente, este tipo de documentales no son del gusto más popular y resultan poco rentables. Se echa de menos compensar est situación con una mayor inversión de esfuerzo y recursos por parte de aquellos que tienen la responsabilidad de educar y concienciar a los ciudadanos sobre aspectos de vital importancia, como sin duda es éste de la conservación de nuestro planeta. Tiene sentido que exista el cine y la televisión de entretenimiento que van directamente dirigidos a las emociones más primitivas. Pero tal habría que empezar a dejar poco a poco de lado las audiencias e ir pensando en divulgar y educar más a los humanos siguiendo criterios que no sean exclusivamente de rentabilidad y cortoplacistas.

Todos sabemos que lo que realmente merece la pena en la vida siempre cuesta más tiempo, un mayor esfuerzo de creatividad y mucho más trabajo. En general, estas iniciativas de calidad ahora las llevan a cabo personas o colectivos que recogen mucho cariño pero poco reconocimiento a su labor. Si siempre confundiéramos el valor con el precio y el éxito con las audiencias, continuaríamos abocados a la infelicidad y al desastre; aunque algunos, en su ignorancia, su autocomplacencia o su ambición, se sintieran satisfechos por haber sabido llegar al sistema límbico del ser humano para manipular lo más básico de sus emociones con el exclusivo y tan gratificante fin de llenar sus arcas. Desde luego, es para sentirse íntimamente muy orgulloso por tan magnífica aportación a la humanidad, equiparable a las de Fleming, los Curie, Cervantes, Van Gohg, Mozart y otros tantas celebridades de las que en muchos casos «suenan sus nombres».

Viene al caso el recuerdo a Félix Rodríguez de la Fuente, al que los amantes de los animales –y todos los que gracias a su existencia empezamos a serlo– nunca dejaremos de estar lo suficientemente agradecidos. Me gustaría creer que quienes han hecho este documental saben que tiene un gran valor y el reconocimiento de una minoría implicada en lograr que este mundo sea mejor. Al fin y al cabo, el mundo es de aquellos locos o enamorados de él que hacen algo para cambiarlo.

Soy de los que creen que nadie es completamente culpable de nada y todos somos algo responsables de todo. No soy de los que creen que la solución a los problemas sea la de enfrentar a los humanos, si no la de comprender a nuestros semejantes y empezar a educar a cada persona en el más profundo y amplio conocimiento de su condición, de su relación con otras especies con las que comparte espacio y de la importancia de cuidar ese espacio en el que ha evolucionado, le ha prestado sus recursos y ha constituido su hogar. Desde luego el mejor hogar que ha tenido… y con toda probabilidad, el mejor que pueda tener; pero eso no importa, porque con nuestro maravilloso planeta azul tenemos más que suficiente y para mucho tiempo si lo tratamos con el cariño que se merece.

He disfrutado mucho con la narración, la música, las hermosas imágenes de Sierra Morena y la excelente calidad de las tomas de los lances de lobos, linces, águilas y búhos. El mensaje es claro: es necesario y apremiante conservar este auténtico tesoro natural de nuestra geografía, como por supuesto otros tantos del planeta. Sin ánimo de ser sensacionalista, está en juego la supervivencia de la mayoría de formas de vida que conocemos y, entre las primeras, la de la especie humana. Y es que, aunque tengamos una inteligencia «superior», no somos dioses, aunque en demasiadas ocasiones haya quienes pretendan, o lo más preocupante, crean serlo. La única verdad, nos guste o no, es que todos estamos hechos de la misma materia; que pese a nuestra omnipotente capacidad de abstracción estamos peor adaptados a los grandes cambios y, desde luego, llevamos todas las de perder ante un cataclismo a escala planetaria. Así que tomemos nota y hagamos lo necesario para que este mundo tan hermoso no desaparezca; sería la más triste constatación de aquella frase tan acertada del ilustre físico Albert Einstein: «Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro».


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