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LA ACTIVIDAD
Nos dirigiremos a las cercanías de Turégano para contemplar los campos cubiertos por la flor del verano, la única flor que se mueve en busca del sol en lo que se conoce como el baile de girasoles. No es de extrañar que los pueblos amerindios la veneraran y la representaran en sus templos en trabajos de orfebrería en oro. Su belleza y colorido ha llamado la atención de pintores, sobre todo de los impresionistas amantes del esquema y del color como Van Gogh y Monet. Si en la mitología vasca eguzkilore, la flor del sol, tiene la capacidad de ahuyentar a las brujas, enfermedades y malos espíritus, el girasol, también de la misma familia de las asteraceas, seguro que tiene la misma capacidad. Su nombre «familiar» que proviene del prefijo latino -aster «estrella» y del sufijo -aceae «de la naturaleza de» nos da como resultado «la planta de la naturaleza de la estrella»; es decir, del sol. Con estas premisas seguro que la visión de los campos de girasol, las flores del Sol, regados por la luz crepuscular del astro rey ahuyentarán y nos harán olvidar todo lo malo. Seguro.
LA ASOMBROSA HISTORIA DEL GIRASOL
La historia del girasol (helianthus annuus) es asombrosa y singular. El girasol se origina en el suroeste de Norteamérica y Centroamérica, después viaja al Viejo Mundo, siglos después regresa transformado a América y, finalmente, reaparece en Europa. Fue utilizado por los primero cazadores-recolectores como fuente natural de grasa, para hacer un pan parecido al pan de pita, como tinte para ropas, para pinturas rituales del cuerpo y otras utilidades de índole decorativo. El aceite lo utilizaban en la piel y el cabello e incluso el tallo seco se utilizaba en la construcción de viviendas primitivas. De él se obtenían semillas de colores negro, blanco, rojo, y la más conocida, la de rayas blancas y negras. Algunos arqueólogos creen que el cultivo del girasol es más antiguo que el del maíz. Estudios arqueológicos sitúan el cultivo de esta planta hace unos 5.000 años cuando los grupos humanos, como hicieron con otras especies vegetales, fueron domesticándolo seleccionando los ejemplares que daban más semillas y más grandes. Francisco Pizarro lo descubrió en Perú, donde lo veneraban como símbolo de su Dios Solar.
Tras el Descubrimiento de América en 1.492 comienza su curioso periplo. Traído a Europa por los españoles 8 años después de aquel gran hito histórico, llegó a ser un cultivo muy extendido como planta de uso ornamental o terapéutico. Ya en el siglo XVIII se amplia su cultivo a Rusia con las mismas utilidades. No es hasta mediados del s.XIX con el zar Pedro «el grande» y gracias a una norma religiosa que prohibió otros aceites, cuando se comienza a cultivar el aceite de girasol para consumo humano. Los rusos inician investigaciones y consiguen genéticamente variedades más productivas. Retorna la planta a Norteamérica con los flujos migratorios rusos, sobre todo de los grupos cristianos menonitas. En EEUU y Canada se optimiza mediante hibridación, se extiende exponencialmente su cultivo y se ponen en marcha campañas publicitarias que invitan a su consumo. Finalmente, la preocupación que nace en el Viejo Continente hacia el consumo de otras grasas, incluidas las animales, hace que se importe la pipa para ser procesada en sus fábricas. Esta situación se mantiene actualmente aunque las importaciones han decrecido notablemente al crecer la producción propia.
Antes de reservar es imprescindible que consultes los