Un amigo senderista me envío hace unos días un enlace sobre los beneficios terapéuticos de los bosques. Es el siguiente >>>>. El estudio ha sido llevado a cabo por hospitales de Gerona y está en la línea de los que se ha dado en llamar «Medicina Forestal», muy en boga en otros países como Japón. Se trata de darse «baños de bosque»; es decir, sumergirse en la fronda vegetal de bosques añosos.
Siempre me he preguntado porque me gusta tanto la naturaleza y porque me hace sentir tanto bienestar estar en contacto con ella. No tengo una respuesta científica, salvo el estudio al que hago referencia, pero si tengo mi propia teoría y, desde luego, la más firme convicción de que me beneficia profundamente. Ciertamente, cuanto más la conozco, más satisfacción recibo, más aprendo de ella y más la quiero.
Además de este estudio en el que se afirma que recorrer los bosques maduros aumenta las proteínas anticancerígenas, refuerza el sistema inmunitario, rebaja la adrenalina, reduce la tensión arterial y mejora el estado de salud y el bienestar de los pacientes con fibromialgia, hoy sabemos que las mascotas son unas valiosas aliadas en terapias psicológicas; abrazamos a los árboles ancianos y eso nos hace sentir bien; nos bañamos en aguas termales y nos relajamos profundamente.
Ante la contemplación de su inmensidad y su belleza es posible que nos sintamos menos importantes, nuestros problemas de pronto nos parezcan ridículos y nuestra existencia adquiera una dimensión más relativa. En los malos momentos, el mejor refugio puede ser evocar las sensaciones que nos han quedado impresas durante nuestros encuentros con la naturaleza.
Sí, se que la naturaleza es terapéutica; también se que alejarnos de ella es uno de los males, tal vez el más importante, que sufre nuestra sociedad en la actualidad.